Me miraba y seguía fumando,
Sorbía el café y continuaba hablando,
No sabía bien si decirle algo o nada,
El caso es que tampoco me dejaba
Y terminó de resumirme su vida
En un café, dos cigarros, y mil colillas,
Todavía me preguntaba a que venía
Su llamada, siglos después de aquella despedida
Se quedó mirándome, quizá algo intuía,
Mis gestos ella todos interpretarlos sabía,
Y dio cuenta de la extraña desconfianza
Que invadía en mí su presencia en la misma estancia
Y se acercó, intentando quizá explicarse,
Aunque tampoco sabía ella si podría controlarse,
Pero no podía recaer en las trampas del pasado
Y me alejé prudentemente de lo más deseado
Nuestras miradas se encontraron de nuevo,
Había pasado entre tanto demasiado tiempo,
Mismas miradas, mismos ojos, mismos sentimientos,
Pero siglos después, demasiado tarde para su acierto
Y se consumió aquella tarde, la misma en otro tiempo,
Ojalá pudiéramos mecernos y ser llevados en el viento
A aquellos tiempos, tan jóvenes y tan equivocados,
Indecisos e ignorantes, pero tan enamorados…
El tiempo nunca podrá barrer semejantes sentimientos, pues el amor verdadero perdura en la estela temporal.
ResponderEliminarMe ha parecido una poesía con muchísimo sentimiento, la verdad es que es una de las mejores que he leido en blog ultimamente :)
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